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35° 59' 50 N | 26° 26' 8 E |
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Entre el 20 de octubre de 2009 y el 13 de enero de 2010, la Sala de Exposiciones del Instituto Cervantes de Tokio acogió la exposición de los dibujos y anotaciones realizados por Fernando Bellver durante ese mismo otoño en la capital de Japón.
Fernando Bellver (Madrid, 1954, Premio Nacional de Arte Gráfico 2008) acudió a Tokio para participar en un proyecto comisariado por Alfredo Mateos Paramio, consistente en realizar un diario partiendo de algunas de las 100 Vistas de Tokio grabadas por Hiroshige en el s. XIX, reinterpretadas a partir de su experiencia como dibujante viajero y experto grabador. Durante su estancia en esta ciudad, entre el 27 de septiembre y el 14 de octubre de 2009, Bellever realizó un fresco de la acumulación de tiempos y existencias distintas que constituye la ciudad de Tokio, internándose por los jardines contemporáneos de Kamiyacho o las callejuelas de talleres tradicionales de Nippori, acudiendo a los entrenamientos de sumo o al desfile de adolescentes disfrazados de personajes de manga en Harajuku. Un Tokio de múltiples facetas al que el autor de Equipaje de mano retrató del natural, sin énfasis, con la leve ironía que caracteriza sus trabajos.
La exposición, compuesta por paneles de poripan que reproducían a gran escala y con vívida precisión el trazo del rotulador, junto con el diario original, se inauguró tan sólo 6 días más tarde de haber entregado el cuaderno para que fuera digitalizado y procesado. Aquel 20 de octubre se abrió la exposición al público con la performance del percusionista neoyorkino Melvin Burrus y el percusionista japonés Yume (Album del Instituto Cervantes de Tokio).
Se editó asimismo un catálogo en japonés y español del cuaderno completo, cuya versión virtual incluye además un mapa interactivo de los lugares recogidos por Fernando Bellver, vídeos de sus recorridos por Tokio y ejemplos de su obra gráfica:
Los diarios de viaje de Fernando Bellver.
Los diarios de viaje en la tradición cultural japonesa.
El new pop japonés y el post pop de Fernando Bellver.
Fernando Bellver. Un artista del viaje.
Frente a la "memoria de la mirada" preconizada por Oskar Kokoschka, algunos dibujantes y pintores —Durero, Delacroix, Gaugin entre otros— han sentido además la necesidad de superponer representación y presencia, simultaneando en sus diarios de viaje el apunte del natural y la reflexión. Fernando Bellver, quien todos los años parte de viaje con un libro en blanco, explica aquí esa labor de manera intrascendente, como corresponde a un artista de las apariencias:
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Este vídeo es un extracto fragmentario, a la manera de un trailer, del
documental que dirigió Chema Rodríguez con el título El Color de la Tierra, producido en 2001 por New Atlantis y Mediapark con la colaboración de TVE.
Donald Keene, uno de los principales trasvasadores de la cultura japonesa al
inglés, indicaba en su clásica antología de diarios japoneses que probablemente
en ninguna otra cultura el diario adquirió un estatus de género literario
comparable en importancia a las novelas, ensayos, la poesía o el teatro. El
primer diario conservado, el Diario de Tosa, atribuido a Ki no Tsurayuki
en el año 935, constituye al mismo tiempo el primer diario de viaje japonés y un
relato literariamente elaborado. Algunos de los diarios de viaje que
entremezclan haikus, como las Sendas de Oku, de Basho, son consideradas
obras de alcance universal.
También varias de las colecciones de ukiyoe o
“pinturas del mundo flotante” realizadas por pintores - grabadores como Hokusai o Hiroshige,
como las 100 Vistas del Monte Fuji o la ruta hacia Osaka, el Tokaido,
constituyen auténticos diarios colectivos sobre el paisaje urbano y rural que
rodeaba a estos artistas.
Este Diario de Tokio de Fernando Bellver tiene que ver particularmente con esas estampas japonesas a las que este grabador admira desde hace años, y que ya recreó en su serie Geishas. Parte de sus pasos por la ciudad ha transcurrido buscando los emplazamientos actuales de varias de las 100 vistas de Edo, la serie de paisajes urbanos de Tokio que Hiroshige realizó a mediados del siglo XIX, con el fin de superponer también en su diario las imágenes antiguas y modernas de la ciudad.
Pero es el Japón más contemporáneo, y el más cotidiano, el que tiene
protagonismo en estas páginas garabateadas por Fernando Bellver en Tokio. La apertura sin
prejuicios de la cultura japonesa a todas las referencias imaginarias se ha
incrementado desde el movimiento New pop desde principios de los años 90,
y enlaza con la ruptura de límites que impulsaron el Surrealismo y el Pop en el
arte del s. XX.
Fernando Bellver adopta, en todo caso, una actitud personal que
el crítico Fernando Huici ha sabido reconocer: “Bellver ha optado por un
lenguaje con ciertas reminiscencias post pop, en el que la formulación
visual y conceptual del comic y su textura tradicional le permiten un muy
peculiar diálogo entre diversos procedimientos técnicos de grafismo, color, así
como dar un asiento preciso a un peculiar universo de tipos y situaciones
míticas [...], en el que lo irónico no proviene ya tanto de un expresionismo
caricaturesco como de un hábil cortocircuito entre elementos figurativos”.
De esos cortocircuitos es de lo que trata este viaje y este Diario de Tokio. Cortocircuitos entre el pasado y el ahora sin hacer, entre mirada personal y fábula compartida, entre dos idiomas y dos culturas separadas por códigos diversos, y sin embargo con el potencial suficiente para que la mirada de Fernando Bellver establezca una conexión súbita que provoca, como quien no quiere la cosa, un satori normal y corriente, un calambrazo de frescura en todos los ojos, se hayan abierto en Tokio o se estén cerrando a esa hora en Madrid.
Fernando Bellver, "artista contemporáneo vivo", como él se define con humor, es consciente de que piensa con palabras prestadas, que mira con formas aprendidas, y que, al contrario de Edipo o del consejo evangélico, no le cabe la posibilidad de arrancarse los ojos para mirar de nuevo. Pero acepta esa herencia y la refresca combinándola con ironía y —en sus diarios de viaje especialmente— con la simple incertidumbre de estar al borde de su tiempo y de las cosas.
La obra de Fernando Bellver resulta de difícil clasificación. A propósito de su exposición
Cartografías, autorretratos y otras mentiras, el crítico Guillermo Solana señalaba que “Fernando
Bellver parece un caso de personalidad
múltiple. Brillante ilustrador de la movida
madrileña, virtuoso del dibujo y del
grabado, explorador de África, voraz
coleccionista de imágenes, Bellver ha
querido ser (como el viejo Picabia) un
artista sin estilo, un transformista.”.
Sus obras difieren a lo largo de los años en
técnicas y motivos, porque su autor huye
de formas ya exploradas y cambia de
estilo y soporte en cuanto tiene ocasión.
Esa búsqueda en fuga se ha traducido, de
manera paradójica, en la representación
constante del viaje. Eso sí, con una mirada
contemporánea que hace sitio a los hoteles
y bártulos cotidianos del transeúnte, y
que, al modo del mejor pop art, pone en
tela de juicio —con leve ironía,
sin alarde— las imágenes que el viajero
occidental carga en su retina.
Son numerosas las series de Fernando Bellver a propósito del viaje contemporáneo donde expone ese puzzle de iconos y souvenirs, sin crítica moral, con elegante y divertida transparencia: Postales (1982-83), Continentes (1988-89), Libro de Egipto (1990-91), Los apuntes del viajero (1992-93), Hoteles (1994-95), Skylines (1998-99) y los proyectos monográficos dedicados a Madrid (1999) y a La Habana (2000).
Parte de la obra gráfica de Fernando Bellver puede ser contemplada aquí.